martes, julio 03, 2007

LA HUELLA DEL HOMBRE...

El hombre ha creado un mundo propio imaginario en el que vive. Ha puesto nombre a las cosas del entorno en que se desarrolla su vida, a sus sensaciones y sentimientos; ha desarrollado teorías que predicen los fenómenos y que le permiten desarrollar con éxito múltiples actividades útiles para su comodidad y beneficio. Llevado por su curiosidad, ha interpretado a su manera incluso la realidad de las cosas que observa por todos los rincones del Universo y que en principio no le son útiles, pero que están ahí y le intrigan. El estado actual de ese mundo construido en el interior del hombre es extraordinario y cada día va incorporando más detalles a ese reflejo, a esa imagen mental que construye de lo real. Al principio del hombre ese mundo era muy reducido, se limitaba a las cosas más inmediatas en las que se desarrollaba su vida, y el número de palabras, signos y teorías o mitos en los que expresaba su mundo era pequeño. Cada vez se representan más los detalles de esa huella que lo real deja en la mente del hombre. A esa huella llamamos conocimiento, conocimiento del hombre, conocimiento o impacto de lo real en la mente del hombre. Y sin embargo el hombre forma parte de lo real, es parte del Universo, por lo que su conocimiento es el conocimiento que el Universo tiene de sí mismo. El Universo se va haciendo consciente de sí mismo en la mente del hombre. La mente del hombre es la mente del Universo, o parte de la mente del Universo si es que existen otros seres pensantes en él, como parece tremendamente probable. Lo real existe como autocreación o desenvolvimiento a partir de la semilla divina que dio origen al Universo, pero en esa autocreación llega un momento que aparece la conciencia. La conciencia lleva los rasgos de lo divino, del ser que sabe de sí mismo y es capaz por ello de mantenerse. La conciencia permite la creación, y sobre todo la creación de sí mismo. Empezamos a ver el rostro de Dios insinuarse en la cara del hombre. El hombre es creador, ha creado no sólo mundo imaginario, sino que con él ha podido crear también realidad, nueva realidad. Y todo ello actuando sobre lo real representado. Ahí están sus ciudades, sus vehículos, sus fábricas de energía. El siguiente paso es la creación mejorada de sí mismo. Y todo ello desde el deseo, desde la intencionalidad del hombre, desde la intencionalidad pues del Universo, de este Universo consciente e intencional que va configurando un gesto divino.
El hombre ha creado un mundo propio imaginario en el que vive. Ha puesto nombre a las cosas del entorno en que se desarrolla su vida, a sus sensaciones y sentimientos; ha desarrollado teorías que predicen los fenómenos y que le permiten desarrollar con éxito múltiples actividades útiles para su comodidad y beneficio. Llevado por su curiosidad, ha interpretado a su manera incluso la realidad de las cosas que observa por todos los rincones del Universo y que en principio no le son útiles, pero que están ahí y le intrigan. El estado actual de ese mundo construido en el interior del hombre es extraordinario y cada día va incorporando más detalles a ese reflejo, a esa imagen mental que construye de lo real. Al principio del hombre ese mundo era muy reducido, se limitaba a las cosas más inmediatas en las que se desarrollaba su vida, y el número de palabras, signos y teorías o mitos en los que expresaba su mundo era pequeño. Cada vez se representan más los detalles de esa huella que lo real deja en la mente del hombre. A esa huella llamamos conocimiento, conocimiento del hombre, conocimiento o impacto de lo real en la mente del hombre. Y sin embargo el hombre forma parte de lo real, es parte del Universo, por lo que su conocimiento es el conocimiento que el Universo tiene de sí mismo. El Universo se va haciendo consciente de sí mismo en la mente del hombre. La mente del hombre es la mente del Universo, o parte de la mente del Universo si es que existen otros seres pensantes en él, como parece tremendamente probable. Lo real existe como autocreación o desenvolvimiento a partir de la semilla divina que dio origen al Universo, pero en esa autocreación llega un momento que aparece la conciencia. La conciencia lleva los rasgos de lo divino, del ser que sabe de sí mismo y es capaz por ello de mantenerse. La conciencia permite la creación, y sobre todo la creación de sí mismo. Empezamos a ver el rostro de Dios insinuarse en la cara del hombre. El hombre es creador, ha creado no sólo mundo imaginario, sino que con él ha podido crear también realidad, nueva realidad. Y todo ello actuando sobre lo real representado. Ahí están sus ciudades, sus vehículos, sus fábricas de energía. El siguiente paso es la creación mejorada de sí mismo. Y todo ello desde el deseo, desde la intencionalidad del hombre, desde la intencionalidad pues del Universo, de este Universo consciente e intencional que va configurando un gesto divino.

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