domingo, septiembre 09, 2007

Marketing para la desgracia
Con el secuestro de Madeleine McCann, estamos asistiendo a uno de los grandes despliegues de comunicación asociados a una desgracia de los últimos tiempos. Quizás la gran movilización de las víctimas del tsunami del sudeste asiático la superó por su carácter global y porque, verdaderamente, suponía un drama humano de dimensiones dantescas. Por supuesto, que secuestren a una niña, que puede estar muerta, es una desgracia, sobre todo si es tu hija, pero, al margen de esto, la campaña de publicidad y comunicación que se ha generado, instigada por los padres, creo que está siendo desmesurada.
Grandes figuras del deporte, como David Beckham o Christiano Ronaldo han prestado su cara para la campaña, miles de carteles repartidos por toda Europa, las televisiones de medio mundo dando cualquier pista, rumor, declaración o gesto de los McCann. Una perfecta campaña de marketing que, como vemos, tiene todos los ingredientes: empleo de relaciones públicas, publicidad, comunicación, una página web y hasta productos que en breve podremos adquirir en la página web oficial de la desgracia
BringMadeleineHome, donde también podemos descargar carteles, banners para los blogs o fondos de escritorio.En esa misma página podemos hacer donaciones, conocer fotos de la intimidad familiar e incluso acceder al canal Don't forget you about me (No me olvidéis) de Youtube creado para que no olvidemos a muchos niños desaparecidos. Todas iniciativas me parecen, en principio, bien. Pero cuando entra en juego la cuestión monetaria (¿para qué quieren las donaciones y el dinero de los objetos de la tienda?) y, sobre todo, cuando hay todo un entramado entorno a los padres de la criatura, que cuentan ya hasta con una jefa de prensa que se encarga de los protocolos y de los diversos actos sociales de los padres, a mí, empieza a revolvérseme el estómago. Cuando llegan repartiendo pulseras, con objetos personales de la niña... Es que parece que está todo medido al milímetro. Ojalá no sea así, pero es la impresión que tengo. Desde luego que las herramientas de comunicación y las posibilidades de las nuevas tecnologías deben ser aprovechadas en cualquier caso, pero todo tiene un límite, el de la dignidad y el de la intimidad.Todo este espectáculo mediático tendrá sus defensores y ya sé que es políticamente incorrecto decir que parece excesivo, pero cientos de menores desaparecen cada año en España y nadie les hace caso, más allá de algún programa morboso o para rellenar el espacio de sucesos de algún informativo. Nadie dice nada de Yeremi Vargas, el niño de siete años desaparecido en marzo en Gran Canaria, que desapareció mientras jugaba, no mientras sus padres lo dejaban en su casa con dos niños aún más pequeños y ellos se iban por ahí a cenar con unos amigos. Seamos un poco más sensatos, seamos comprensivos con el dolor de la familia de Madeleine, pero no nos dejemos engatusar porque, lamentablemente, ese caso no es único y creo que, al menos por respeto al resto de familias, el espectáculo, no debe continuar.

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